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Blog Tiempo regalado

Vicente Niño Orti, OP

de Vicente Niño Orti, OP
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26
Mar
2020
Homo Ludens. Día 13
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Día 13 de confinamiento. Jueves 26 de marzo

 

Huizinga decía que la condición más auténtica del ser humano, es que es un ser que “juega”. El juego como un motor y factor de desarrollo, concientización de uno y de los demás, como herramienta de aprendizaje, de asimilación de reglas y normas, como factor de sociaciabilización y de civilización. La pedagogía actual habla de “gamificación” –en una terrible españolización de anglicismos- como instrumento de adquisición de competencias, habilidades y conocimientos. Vaya, que el juego, en una clave antropológica, es mucho más que un mero entretenimiento y pasatiempo.

Este confinamiento que nos toca vivir está siendo una oportunidad para recuperar la capacidad de jugar de cada uno de nosotros. No sólo de los niños y niñas con los que vivimos en caa y que quieren y buscan formas de jugar siempre diferentes, sino también para los mayores.

Naipes, piedra-papel-tijera, juegos de mesa, videoconsolas, ejercicios deportivos, juegos con el teléfono móvil, juegos clásicos, juegos online… dedicar algo de este tiempo que se dilata al juego, es más –o puede ser más- que simplemente pasar el rato. Puede ser una ocasión de encuentro, de relajación, de evasión, pero también –en la mejor comprensión clásica de aprender y divertirse, de escuela y teatro unidos- una oportunidad de captar la importancia de las reglas, de la generosidad con los otros, de una sana competitividad que nos impulsa a mejorar lo que hacemos y cómo lo hacemos, de aceptar las derrotas con deportividad y elegancia, de desarrollar nuestra imaginación y nuestra inteligencia lógica, en definitiva, de que el mero pasar el tiempo –en esta situación que nos toca- sea mucho más que ver correr las agujas del reloj, y que podamos aprovecharlo para crecer por dentro.

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25
Mar
2020
Las cosas que crecen solas. Día 12
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Día 12 de confinamiento. Miércoles 25 de marzo

 

Son estos días de confinamiento la mar de apropiados para aprender cosas nuevas o para intentar esas cosas que siempre nos han atraído pero que nunca nos hemos puesto manos a la obra a ellas. En mi caso, que siempre me han gustado las cosas que crecen solas de naturaleza - los bosques, los jardines, las flores, las plantas-, ha sido el momento de ponerme a ese antiguo y elegante arte que es el de la jardinería. Y es que ya decía Cicerón que quien tiene un jardín y una biblioteca, lo tiene todo, ideal pues para estos días que vivimos centrarse en ambas claves: libros y plantas.

Ya sea –quien tenga la suerte de tener un jardín en condiciones- en un terreno amplio y verde y vivo, ya sea en una terraza de ciudad, ya sea simplemente un par de plantas de ventana o de interior, el cuidado de las cosas que crecen solas no es sólo sano para el entretenimiento laborioso –limpiar, podar, cuidar, regar, mimar, trasplantar, alimentar, sanear- sino me atrevo a decir que para quien lo haga con atención y desde lo hondo de la mirada, sano igualmente para el espíritu.

Varrón, Plinio, Catón, Columela o Paladio, ya en la Roma clásica, amén de Cicerón o Virgilio, hablaban del jardín y las plantas como solaz del alma, consuelo del cansancio, disfrute de los sentidos, serenidad para el ánimo.

Mirar con atención cómo nacen las flores, cómo crecen los brotes, cómo las hojas se renuevan, ayuda a tomar distancia también de nuestras preocupaciones más cercanas y ver que los ciclos de la naturaleza, la densidad de la realidad más allá de lo humano -pero siempre desde nuestra mirada humana que no hay otra salvo quizás la de Dios-, nos ayuda a ganar en paciencia y perspectiva, algo que en esta situación es profundamente necesario.

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24
Mar
2020
Los descartados. Día 11
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Día 11 de confinamiento. Martes 24 de marzo

 

El confinamiento nos trae también noticias terribles en el día a día. No solo por el hecho de la muerte en si –siendo todas dolorosas, incomprensibles como cada muerte es siempre dolorosa e incomprensible, venga cuando venga, venga como venga- sino por cómo en tantas situaciones se están dando esas muertes. Llegan noticias de muertes con los triajes y los descartes por selección ante la escasez de recursos. Llegan noticias de ancianos muertos solos, abandonados, olvidados. Llegan noticias de morgues repletas, familias que no pueden despedir a sus seres queridos, sepelios hechos de cualquier modo sin espacio para el adiós.

Y no solo ante la muerte esta situación muestra su rostro de terrible negrura y daño y dolor.

Los descartados que ni hogar tienen para cumplir el confinamiento, las personas sin techo. Los descartados de residencias de ancianos que tantas y tantas veces mal viven olvidados. Los descartados de hospitales crónicos, de cárceles, de centros para personas con minusvalías. Los descartados de los basureros de las ciudades, de las adicciones, de las barriadas marginales que son un cuarto mundo bien cercano.

Los descartados en definitiva de este mundo nuestro –ancianos, pobres, marginados, alcohólicos, presos, locos, enfermos, yonquis, vagabundos…-, que en esta situación –por más que ellos ya estén acostumbrados- vuelven a ser descartados, y ser de nuevo quienes primero sufren las consecuencias de la pandemia.

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23
Mar
2020
Vestidos para la ocasión. Día 10
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Día 10 de confinamiento. Lunes 23 de marzo

 

Siempre me han parecido fascinante esas películas y novelas que pasan en mansiones británicas en medio de la campiña inglesa, esas historias tipo Agatha Christie o PG Wodehuse, tipo Alfred Hitchcock, tipo Chesterton, tipo Enyd Blyton. El ambiente eduardiano que relatan, a medias elegante a medias snob, es sumamente inspirador, y una de las cosas que siempre me han resultado curiosas, pero que empiezo a entender en este confinamiento, es cómo para cada situación, cambian de ropa. Vestirse para desayunar, para salir a montar a caballo, para jugar al golf, vestirse para el cóctel, vestirse para la cena o para jugar la partida de cartas. Vestirse en cada ocasión, de manera adecuada.

Y digo que lo ando entendiendo en estos días, porque está siendo parte de una sana rutina, vestirse según qué actividad del día toque. Nunca me ha gustado esa opción, -en fin de semana, en vacaciones, menos aún en este tiempo recluidos- de andar con el pijama puesto el día entero, o con el bañador del tiempo estival todo el tiempo vacante. En estos días es parte de la rutina de actividades el vestirse apropiadamente: vestirse para el trabajo vía videoconferencia, vestirse para hacer labores de casa, vestirse para hacer algo de deporte, vestirse para estar simplemente en el salón viendo noticias o vestirse para comer o cenar. Cada momento del día, cada actividad requiere su etiqueta, y en pleno confinamiento, es parte del no abandonarse a un tiempo informe y desorganizado, que podría convertirse este tiempo.

En el fondo hay una intuición mayor que la del mero ordenar el tiempo sin fronteras del confinamiento, y es esa cierta convicción, de que no todos los momentos son iguales, que los hay de distinta calidad y densidad, y que cada momento requiere sus formas, sus reglas, sus maneras de estar, y su propia indumentaria como expresión externa de esa manera de estar, de comprender, de mirar cada momento.

Es la convicción igualmente de que las formas externas, la estética, los modales, todo lo mejor que ha dado la civilización, en suma, es de una profunda sabiduría basada en el respeto y el cuidado del tiempo, de uno mismo y de los demás que nos ha hecho ser mejores, y que tiene la virtualidad de seguir haciéndolo.

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22
Mar
2020
Creatividad y arte. Día 9
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Día 9 de confinamiento. Domingo 22 de marzo

 

Pues yo qué quieren que les diga, pero al menos hasta ahora, esto del confinamiento casi que hasta me está gustando. Tiene uno tiempo, descanso, y aunque hay mucho trabajo y responsabilidades, también cierta distancia y calma ante ellas, buscando un sano equilibrio entre actividades… Bien es cierto que uno siempre ha tenido cierta alma de anacoreta, una querencia casera y por la vida regular, pero sin ánimo de ser banal, ni de minimizar la situación, por ahora, vamos bien.

Una de las actividades que en general más se está desarrollando -por lo que se ve en redes y por los contactos con la gente vía telemática que voy manteniendo-, es la de la creatividad, esa vena artística que quien más, quien menos tiene en su interior, y que con el tiempo que se nos regala, se está sacando a la luz.

Manualidades, pintura, dibujo, escultura, modelado, costura, tejer, crochet, escritura, música… cada cual va desarrollando las habilidades y técnicas que más le motivan y más le inspiran, sin más afán que el del entretenimiento y el pasatiempo más sano y cuidado.

La creatividad tiene la capacidad y la virtualidad de desarrollar algunas de las dimensiones más inútiles y más importantes de las personas. Inútiles en cuanto a criterios económicos, pecuniarios o materiales, porque en otro orden de la realidad –el que me atrevo a decir es más realmente real- son ciertamente las más importantes: la imaginación, la atención al detalle, el sentido de la belleza, la combinación de formas y colores, ritmos y tiempos, silencios y espacios, el cuidado por lo que no se ve a simple vista, pero se capta en una segunda mirada, la capacidad de expresar lo más hondo y tantas veces más inefable…

Se convierte así la creatividad y el arte casi que en una vía de conocimiento propio y ajeno, algo que en este tiempo que se nos regala, si somos capaces de acogerlo con detalle, cuidado, atención y ternura pese a lo impuesto que es, sería lo mejor a lo que podemos dedicarnos, a ahondar, conocer, profundizar en uno, y en lo que nos rodea.

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21
Mar
2020
Sepultados por los objetos. Día 8
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Día 8 de confinamiento. Sábado 21 de marzo

 

Quizás en el día a día no sea posible darse cuenta de muchas realidades que en esta situación de confinamiento las tenemos tan a mano que nos saltan tan delante que es imposible no verlas.

Quien más quien menos, está aprovechando estos días para tareas domésticas que estaban ahí retrasadas a veces sine die. Una de las más recurridas es la del orden de los armarios, esa cantidad de camisetas de hace mil años que estaban al fondo del estante; los jerséis que pensando en remendar se van arrinconando hasta que uno casi ni recuerda por qué los guardaba; esas camisas que nunca terminamos de ponernos porque no combinan, pero que tampoco sabemos qué hacer con ellas porque están nuevas para tirarlas, pero quizá demasiado usadas para donarlas; las chaquetas de hace una década con cortes y mangas que hoy no valdrían más que para fiestas de disfraces vintage; los pantalones aquellos que una vez te regalaron, pero que nunca llegaste a usar; los calcetines desparejados a la espera de que su igual regrese de la lavadora; los zapatos que se han ido llenando de polvo y que quizás ni un buen limpiado es capaz de volver a poner en circulación…

El caso es que uno no se da cuenta de la cantidad de cosas que tenemos en los armarios, tantas y tantas inútiles. Y no sólo en los armarios, en los cajones, las estanterías, los despachos, las cocinas, los pasillos, los salones… Vivimos sobresaturados de cosas. El modelo de consumo que hemos desarrollado en los últimos 75 años –grosso modo- en occidente, ha tenido la virtualidad de elevar nuestras condiciones de vida a una comodidad tecnológica sin parangón en toda la historia de la humanidad –ni los césares, ni los emperadores chinos, ni los maharajás indios, ni los reyes mesoamericanos jamás alcanzaron la calidad de vida de un simple trabajador de clase media occidental de hoy- pero a costa -da la sensación- de quedar sepultado bajo el peso de montañas de objetos algo de la humanidad más sencilla del ser humano.

Vivimos privilegiando la condición material de nuestra existencia, a costa de las verdaderas dimensiones humanas –las profundas dentro de uno, las de las relaciones con los otros desde el cuidado, la compasión y el amor fuera de uno-, y eso en un movimiento que si lo miramos globalmente nos hace unos privilegiados frente a tantas y tantas sociedades que nada tienen…pero que quizás tienen lo que a nosotros nos falta.

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20
Mar
2020
La sabiduría de la rutina. Día 7
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Día 7 de confinamiento. Viernes 20 de marzo

 

Hay un equilibrio natural en la vida de las personas que conjuga distintos elementos, y que en este confinamiento evidentemente se trastoca, pero que hay que intentar salvaguardar de algún modo. Es el equilibrio entre trabajo, relaciones, ocio, familia, movimiento físico, paseo, descanso, espacio intelectual, silencio… Si normalmente viene más o menos marcado ese equilibrio por el desarrollo cotidiano de horarios, obligaciones y deberes –salvo casos, que haberlos, haylos, de desorden vital, que yo conozco más de uno-  en este tiempo de no salir de casa, el equilibrio tiene que venir de algún modo forzado por nosotros mismos, marcarnos rutinas y obligaciones, y guardar espacios –y cumplirlos- para las distintas actividades.

Esto me trae a la cabeza la mala prensa que tiene normalmente el término “rutina”, como algo tedioso, aburrido, inane, pero que guarda un fabuloso tesoro de sabor y sabiduría, que en condiciones normales no nos es dado reconocer. La rutina es el sabor de la repetición, como el juego del niño que pide y quiere todo “otra vez…”, es la sabiduría de descubrir la novedad constantemente, de la maravilla de mirar como si fuera la primera vez todo, es la sabiduría honda de ver cómo todo vuelve, porque todo es igual, pero a la vez todo es siempre distinto. Es el peso y el poso de la serenidad, de la seguridad, de la calma, del orden, de la estabilidad.

Todo esto venía a que esta situación es una inmensa tentación para no hacer otra cosa que dedicarse al ocio o al descanso, y la reflexión que así, nuestra vida, está siempre incompleta, aun confinada, porque el hombre jamás será sólo ocio y descanso. Dedicados en exclusiva al ocio y al descanso, perdemos muchas dimensiones de cada día, y muchas oportunidades de ser más y vivir más, aún en esta situación.

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19
Mar
2020
Somos de los demás. Día 6
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Día 6 de confinamiento. Jueves 19 de marzo

 

Es profundamente reconfortante ver que en medio de toda esta situación de confinamiento, no está venciendo una lectura egoísta y solipsista de lo que nos pasa, que no están centrados los intereses exclusivamente en lo que yo vivo, en lo que me afecta, en lo que a cada uno de nosotros nos trastoca la realidad de la cuarentena.

Dentro de cada casa, lo primero. Nos hemos hecho conscientes de lo que supone convivir 24h al día, 7 días en semana, y que eso nos obliga a hacer un esfuerzo para ser más cuidadosos, más respetuosos, más atentos con los demás, para que todos tratemos de estar lo más serenos y en paz posible, con lo que significa de limar nuestras aristas lo más que podamos para dejar los espacios a cada uno, facilitar a los demás lo más que podamos la vida en esta situación tan extraordinaria, cuidarnos unos a otros, para que sea más fácil para todos esto.

Pero hacia fuera de casa también. Ante todo, el no salir precisamente para tratar que para todos se pueda solucionar ésto cuanto antes. En vez de centrarnos solo en nosotros, miramos a los demás y vemos que nuestras acciones tienen consecuencias para todos. Pero también estamos siendo capaces de ver que las acciones de los demás tienen consecuencias sobre nuestras vidas, especialmente las positivas, y somos capaces de valorarlas y agradecerlas.

Así el movimiento de los aplausos cada tarde desde ventanas y balcones. En agradecimiento y reconocimiento a la labor de médicos, enfermeras y sanitarios, pero también de policías y militares, y casi que en el corazón y la mente de cada uno haciéndolo extensible a todos los que de un modo u otro tratan de facilitarnos y ayudarnos la vida en esta situación. Los que trabajan en los comercios que abren para facilitarnos lo básico –comida, medicina-; los camioneros y transportistas que logran que no se desabastezca nuestro país; carteros y mensajeros; los profesores que intentan por nuevas vías seguir enseñando a niños y jóvenes; agricultores, pescadores, ganaderos que siguen trabajando para nosotros; periodistas que siguen a pie de calle intentando mantenernos informados; tantos y tantos trabajadores que no han parado en sus deberes para que los demás podamos vivir esta reclusión de la manera más fácil que se pueda.

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18
Mar
2020
¿Quién nos utiliza?. Día 5
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Día 5 de confinamiento. Miércoles 18 de marzo.

 

En esto, ciertamente, nos pasa lo mismo que antes del confinamiento. Las fuentes de información y comunicación con lo que está pasando en el mundo, son siempre de terceros, mediadas, referidas, siempre con el prisma de otros, con la lectura y la interpretación de alguien que no somos nosotros. Si uno sale de casa con una razón justificada y permitida, lo más que ve es calles vacías, algún coche que pasa, algún peatón apresurado, si vives en zonas céntricas de ciudad quizás algo de policía, pero –obviamente- nada del drama que periodistas y medios nos cuentan de los hospitales, los contagios, los fallecidos, los políticos, los empresarios, las fronteras o los viajes.  Evidentemente existe, pero está siempre mediada la visión que tenemos de ello.

Y eso me genera la pregunta de los intereses. Tema delicado pero real, porque como bien sabemos, no hay información objetiva ni aséptica nunca. Los medios no sirven solo al interés de informar. Como está armado el mundo hay intereses de múltiples tipos y no sólo económicos –que desde luego, también-, sino sobre todo ideológicos en lo referido a generar corrientes de opinión, crear una determina “cultura”, una visión de la realidad que adecúe nuestra forma de estar en el mundo a ese prisma determinado. Gramsci dixit.

De eso saben bien y mucho la política. Y esa cuestión en esta coyuntura de inseguridad, de no saber, de dejarnos guiar por las autoridades públicas, de tener mediada toda nuestra información por los medios, tendría que hacernos pensar y recelar, estar atentos, vigilantes, de poner en una sana duda casi cada medida que se toma, para que no acabe esta situación en una aceptación sumisa de una imposición de claves que benefician solo a algunos, a ciertas corrientes de pensamiento o política, que pueden traer una pérdida de libertades, o el hacernos comulgar con opciones que no son las nuestras.

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17
Mar
2020
Os queremos. Día 4
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Día 4 de confinamiento. Martes 17 de marzo.

 

Mi familia es una familia amplia, y –por las circunstancias de la vida- solo uno de mis hermanos está pasando el confinamiento a solas. Los demás, quien más, quien menos, estamos pasando estos días con los nuestros, con el resto de la familia, bien la de elección, bien la de sangre. Buscamos entre todos, que estamos lejos unos de otros, cada día, un hueco para vernos o escucharnos –maravillas de la técnica-, y así darnos las noticias personales del día, las mil cotidianeidades, el ánimo, el humor o la paciencia para estos días, en definitiva, el cariño de los tuyos. Es una manera de que esta cuarentena extraña que nos ha recluido fuera de la vida ordinaria y dentro de las casas, sea menos fría, menos gris, menos solitaria.

Eso en la lejanía, en la cercanía de las casas, tratamos de que una cierta normalidad dentro de la anormalidad, se adueñe del día a día. Rutinas, trabajo, lecturas, comidas, tareas cotidianas, descanso, ocio, juego, algo de ejercicio, conversación, silencios y oración, horarios… No tiene uno la sensación de vacaciones, pero tampoco de tiempo usual. Es la sensación extraña de que la vida normal se ha detenido, para dar lugar a una vida fuera de la vida conocida, a la que nos tenemos que hacer, de la que nos tenemos que adueñar, que tenemos que hacerla aún nuestra sin saber muy cómo se hace eso, moviéndonos por intuición, por lo que otras veces nos ha servido, por lo que somos, por cómo somos.

Y ese cómo somos en estos espacios reducidos y cerrados, se muestra con más normalidad y con más nitidez de lo habitual. Los gustos, las costumbres, las querencias. Las reacciones, los intereses, las inquietudes. Los hábitos, las ideas, los prejuicios. Las convicciones, las opiniones, las emociones. Supongo que es la experiencia de cómo esa multitud de claves que a lo largo de un día normal vivimos y compartimos con tanta gente y no sólo la nuestra, se da toda junta, toda próxima, toda cercana, y con nuestra gente. Y supongo que toca también recordar que esa gente que quieres, a veces, sólo a veces, no tiene por qué ser igual a ti, pero que es la tuya, y que la quieres.

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