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Blog Tiempo regalado

Vicente Niño Orti, OP

de Vicente Niño Orti, OP
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5
Abr
2020
Ramas y Palmas. Día 23
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Día 23 de confinamiento. Domingo 5 de abril.

 

¡Pero qué Domingo de Ramos más extraño! Y no solo porque nuestras calles no tengan procesiones o no tengamos la celebración de las palmas en nuestros templos. Es raro porque los hosannas y los glorias, la alegría por el Mesías que entra en Jerusalén como salvador humilde, hoy resuenan extraños.

Este día siempre ha sido día de alegría, de estrenar, de salir a la calle, de flores de azahar, de chaqueta y corbata, de aperitivo y de tarde festiva. Una alegría, reflejo de alegrías más grandes claro está, la de comenzar la semana santa, pero aún más allá eco de aquella primera alegría de Jerusalén.

Pero hoy. ¿Qué razones tenemos para la alegría y el jolgorio, aquí, ahora, confinados, en medio de esta crisis? La gente sufre. La gente muere. Nuestro mundo se tambalea. No parece que haya razones para la alegría y este domingo no es un domingo de Ramos más…

Quizás cabe preguntarnos qué razones tenían para la alegría entonces hace dos mil años. Seguramente que, sin pandemia, las vidas eran igual de duras y de dolorosas, si no más. Pero encontraron esperanza en Jesús.

Y ahí es donde se llena de sentido el día de hoy y esta Semana Santa tan extraña que comenzamos. Vivimos de esperanza. Necesitamos que nos devuelvan la esperanza. Seguimos necesitando un salvador, que nos sostenga y nos empuje, nos fortalezca, nos transforme. Recibir con ramas y palmas al que viene, hoy es abrazar la esperanza, volver a creer, reafirmarnos en las cosas que tienen sentido, ver el amor y la belleza y la bondad. Volver a creer. Volver a esperar.

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4
Abr
2020
Sabbath. Día 22
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Día 22 de confinamiento. Sábado 4 de abril

 

No todos los días son iguales, aun cuando en este confinamiento parezca que este tiempo que se dilata, expande y encoje, nos haga repetir día tras día las mismas claves. En medio de todo esto, tenemos que saber distinguir un lunes de un viernes, y un fin de semana de un día laborable. Igual que en los tiempos litúrgicos se nos regala días de relajo en el adviento o la cuaresma, en este tiempo regalado de estar encerrados en casa es sano distinguir y vivir de modo distinto un martes de un domingo.

En la vida ordinaria no vivimos igual un miércoles –que toca madrugar y trabajar al día siguiente- que un sábado, que entre peli y amigos nos permitimos trasnochar y amanecer algo más tarde en el día siguiente. No vivimos igual un cumpleaños que una jornada de reuniones. No vivimos igual, parece obvio, las vacaciones que las semanas laborables.

Y aquí, encerrados, que nos toca intentar seguir viviendo de la mejor manera posible, es más que bueno distinguir. Y seguir viviendo con la más normalidad que se pueda. Separar, distinguir y discernir.

Los sábados siempre han sido días de descanso, de familia, de juego, de amigos. Día de descanso en una clave profundamente bíblica. Y hay que permitírselos. Regalarse momentos distintos, buscar que el estrés de esta situación se rebaje algo es más que sano. Levantarse más tarde, un aperitivo especial, una tarde distinta, un momento de descanso.

Si el tiempo que se nos regala, no sabemos hacerlo concreto, pequeño y real, no vamos a estar aprovechándolo y, si para algo nos puede servir esta situación, es para que lo concreto siga siendo una apertura a la vida. Cada momento puede ser un regalo. Incluso un sábado confinados.

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3
Abr
2020
Dolor. Día 21
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Día 21 de confinamiento. Viernes 3 de abril

 

Hoy es Viernes de Dolores, el día en la cultura cristiana que prepara al comienzo de la Semana Santa. Propiamente esta empieza el Domingo –Domingo de Ramos- recordando la entrada de Jesús en Jerusalén, a lomos de una borriquita, siendo aclamado por el pueblo con hojas de palma y ramas de olivo, pero este viernes de antes, día de anticipo de lo que vendrá, la cultura cristiana siempre lo ha entendido como el comienzo oficioso de la Semana Santa.

Este día el fervor popular remite a María, la madre de Dios, la Virgen, imaginando que quizás este día se despediría de Jesús quedando envuelta en un manto de Dolor por lo que debía venir, por eso Viernes de Dolores.

En este confinamiento es hoy día para recordar y tener a presentes a tantas y tantas familias y personas que no se les escatima el dolor en esta situación. Recordar, tener presentes y orar por las familias de los fallecidos por la enfermedad. Por los que están en sus casas, o en hospitales o en las UCIs solos y asustados. Por las madres, las esposas, las hermanas, las hijas de quienes se debaten entre la vida y la muerte. Por las personas que ven cada día morir o sufrir en sus brazos a tantos seres humanos. Por los que están en las morgues o las funerarias, por las familias que ni despedirse pueden de sus deudos.

Pero hoy es día también para reafirmar el sinsentido del dolor. No estamos hechos para el dolor. Jamás se podrá afirmar que Dios quiere el dolor de los hombres. Pero tenemos que asumir que el dolor, la muerte, la negrura vacía, existen y que solo podemos hacer una cosa con ella: convivir.

La muerte y el dolor se vencen en esperanza y sentido. No de una manera material y concreta –que también, y hay que poner cuantos medios se pueda para ello- sino yendo a la raíz de las consecuencias del dolor. Hay que asumir que el dolor y la muerte es parte de la existencia. Con Job nos preguntamos por qué, pero solo cabe esperar y confiar en que no tienen la última palabra.

Viernes de dolor. Viernes de Dolores. Pero también viernes de esperanza.

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2
Abr
2020
Manías. Día 20
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Fray Vicente Niño Orti

Día 20 de confinamiento. Jueves 2 de abril

¿Quién no tiene alguna manía? Quizás en la vida habitual ni nos damos cuenta que las tenemos, pero este confinamiento que tanto tiempo nos da fuera de lo habitual, es bastante probable que esto de las manías nos haya aparecido de frente y con claridad.

La gran mayoría de las veces somos capaces de ver las de los demás muy antes que las nuestras, -como en esa imagen evangélica de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio- y sin embargo conviviendo 24/7 con otros, seguro que las propias también saltan a la vista de los demás.

Hay manías de todo tipo, ciertamente, infantiles e inocentes que no hacen daño a nadie y ni casi molestan (yo me ducho de espaldas al agua que cae, casi nunca de frente, y siempre al levantarme por las mañanas) y seguro que hay otras que pueden ponernos de los nervios (yo no soporto que se hable a gritos…), pero por regla general son pequeñas cosas que en el día a día no pasan de anécdotas más o menos simpáticas, más o menos curiosas.

Está el que quiere una taza de café en concreto para el desayuno o el que tiene que doblar la servilleta de una manera particular; el que deja los zapatos siempre en un sitio o el que no puede ver un cacharro en la cocina fuera de sitio; está quien usa un tenedor en concreto para la cena o quien jamás de los jamases mezcla ciertos alimentos; quien coloca la toalla del baño (o el cepillo de dientes) de una forma particular y quien no soporta que la pasta dentífrica se apriete de cualquier modo. En fin. Manías que todos tenemos.

La convivencia tan estrecha que vivimos en estos días no deja de poner a prueba nuestra paciencia, nuestro humor, y nuestras manías. Pero sobre todo nuestro amor. Cabe siempre recordar que pese a las pequeñas servidumbres que tengamos que pagar al vivir con otros –el soportar esas manías que a veces nos ponen de los nervios…-  el amor que nos dan los nuestros, es siempre mucho mayor y compensa cualquier defecto ajeno.

¿Cuál es su manía?

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1
Abr
2020
No todo sale bien. Día 19
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Día 19 de confinamiento. Miércoles 1 de abril

 

No todo en la vida sale bien. Nuestro mundo está tan influenciado por los medios y las creaciones de ficción en las que siempre hay un final de éxito y feliz –películas, series, héroes, comedias románticas- que se nos cuela y pega la necesidad de que todo salga bien. Sé que no toda creación acaba con un comieron perdices, lo sé, pero cuando estamos ante un final negro, amargo y de fracaso, nos parece por lo general que no es un buen final, las cosas como son. Nos gusta que el héroe triunfe, que el amor tenga éxito, que el bueno salga adelante. Que los planes salgan bien.

Quizás es que nuestra psicología parece que está predispuesta a que las cosas terminen siempre bien. Siempre queremos que las cosas funcionen, que todo resulte como planeábamos. Seguramente es un eco de que estamos llamados a la Vida que nunca acaba donde todo será plenitud, pero siendo realista, con un mínimo de experiencia, sabemos que hoy, aquí, ahora, en esta vida, no siempre salen las cosas.

Se nos quema la comida, ese dibujo que queríamos hacer es un churro, un poema que comenzamos es bastante basura, no salen las palabras que queríamos decir como las queríamos decir u –otro día más- perdemos la partida del juego que teníamos.

Las experiencias pequeñas de lo que no sale bien, en teoría deberían prepararnos a las experiencias de fracaso grande que la vida nos depara. Los fracasos personales, las muertes, los desastres. Pero lo cierto es que nunca acaba de ser así. Nunca estamos preparados para que las cosas no salgan bien.

No estamos acostumbrado a lidiar con el fracaso. No gestionamos bien que los planes no resulten. Y solo nos queda, como decía san Agustín, levantarse siempre en cada caída. A veces no se puede hacer otra cosa que armarse de esperanza, o apretar los labios. Y desde luego, volver a intentarlo. Volver a cocinar, volver a dibujar, volver a intentar ese poema, volver a explicarse mejor, volver a vivir... confiando en que esta vez, puedan salir bien los planes.

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31
Mar
2020
Aburrimiento. Día 18
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Día 18 de confinamiento. Martes 31 de marzo.

 

Decía Chesterton en una de sus más conocidas columnas de opinión, que aburrirse es casi un pecado imperdonable, y que –en puridad- no hay nada aburrido, esto es, que cualquier cosa puede ser fascinante si se tienen los ojos adecuados para verla y la disposición de ánimo correcta para mirarla.

Seguro que alguno –o muchos…- de los muy poco probables lectores de este diario de confinamiento, guardan recuerdos de larguísimas tardes de verano sin mucho que hacer, de siestas de mayores interminables, de un “mamá me aburro”, de un “no sé qué hacer”, o similares situaciones de niñez. Muchos de los pedagogos dicen que aburrirse es sano en los niños, porque despierta la imaginación y entrena la resiliencia, pero nada dicen del aburrimiento en los mayores…

Creo que esta situación de confinamiento está poniendo a prueba también nuestra resistencia al aburrimiento, pero en la perspectiva de que no somos capaces de sufrirlo ni un poquito, no nos atrevemos siquiera a rondarlo. Enseguida que nos notamos decaídos, sin imaginación para hacer cosas, o que aparece un tiempo vacío, nos hiperactivamos para rellenarlo con mil y un inventos, normalmente relacionados con el ocio de series, con internet o como mucho con el ejercicio físico… pero poco con el activarnos por dentro.

Tengo para mí que este tiempo podría ser un buen entrenamiento para el sano ejercicio del aburrimiento. Pascal decía en otra frase famosísima, que los males del hombre vienen por ser incapaz de estar sentado en una silla sin hacer nada. En un mundo hiperactivo e hiperinflado de estímulos, a veces no hacer nada, es más que sano, y este tiempo que se nos regala, a veces, nos abre –quizás a la fuerza- a no hacer nada.

Y es que el aburrimiento, y el no hacer nada, puede ser una puerta a un mundo fascinante por descubrir.

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30
Mar
2020
Lluvia y Silencio. Día 17
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Día 17 de confinamiento. Lunes 30 de marzo

Por aquí llueve y en estos días de confinamiento, sin apenas coches en nuestras calles, con el mundo ralentizado en su actividad, mirando desde las ventanas al mundo detenido, envuelto en un jersey que deja atrás el fresco de este fin de marzo y de esta primavera recién comenzada, el rumor de las gotas en las ventanas y el silbido del viento en las ramas del jardín próximo resuenan con ecos de silencio.

Tras una tarde de lluvia el mundo parece siempre más limpio y nuevo. Quizás son reflejos en la memoria de la historia de Noé y el Diluvio, pero ciertamente todo huele de otro modo, brilla de otro modo, tiene la virtualidad de ser de otro modo.

Quizás es el mismo rumor cadencioso de la lluvia –tap, tap, tap- el que logra ese efecto en la mirada de uno. El rumor cadencioso de la lluvia –tap, tap, tap- serena y calma, y nos hace salir de uno mismo, haciendo que nuestra mirada sea más clara, más honda, más detallada.

Quizás contemplar llover, escuchar caer la lluvia –tap, tap, tap- nos llena de silencio, y es siempre el silencio el que purifica nuestros sentidos. Se ve mejor. Se escucha mejor. Se huele mejor.  

Todos los grandes místicos han sabido eso. El silencio no es ausencia de ruido –las melodías infinitas, las salmodias, la repetición de mantras, las músicas de concentración-. El silencio es ausencia de ruido interior, de pensamientos, de ideas, de palabras que van y vienen y chocan y saltan y cruzan aturdiéndonos. El silencio nos dispone interiormente para escuchar mejor, para ver mejor, para sentir mejor.

Hoy en día, en una cierta influencia oriental, muy rollo new age, la meditación, el mindfullnes, el yoga, nos invitan al silencio para mejorar nuestras vidas, pero se quedan a medio camino. El silencio nunca es un fin en sí mismo, y menos puede ser el fin sin más el buscar con ese silencio el bienestar ególatra personal. El silencio es disponer el interior para ver mejor, para escuchar mejor, para sentir mejor, para pensar mejor, vaciados un poco de nosotros mismos, vaciados de todo lo que no nos deja ser nosotros mismos.

La lluvia ayuda al silencio.

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29
Mar
2020
Stop. Día 16
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Día 16 de Confinamiento. Domingo 29 de marzo

Hay un juego, que de niño con mis hermanos aprovechábamos a menudo en esas tardes de verano en casa a la hora de la siesta de los mayores, y que en estos días de confinamiento ha vuelto, que me trae la entrada de hoy. Nosotros lo llamábamos “Stop”, otros lo conocen como “Alto al lápiz”, “Arriba el boli” o cosas así y consiste en rellenar diez o doce categorías (Nombre, Apellido, Animal, Ciudad, País, Marca, etc.), con una palabra por cada categoría, de modo que todas empiecen por la misma letra -elegida al azar-. Cuantas más sea uno capaz de escribir en un minuto, más puntos se lleva, y acaba ganando el que más puntos tenga en varias rondas.

A cuenta de eso, hoy se me ocurre ofrecerles una especie de cuestionario, no con respuestas que comiencen por la misma letra, pero si con distintas categorías, y que no deja de ser un ejercicio de introspección, de autoconocimiento, por banal que sea. A veces –por no decir en cada categoría- elegir solo una respuesta es difícil. Santo Tomás de Aquino dijo aquello de que hay que temer al hombre de un solo libro, y es análogamente trasladable al hombre de una sola película, un solo lugar o un solo color. Pero al modo de un “Stop”, en este cuestionario se trata de responder con solo una cosa. Elegir en la vida no siempre es fácil. Como conocerse casi nunca es fácil. Rellenen pues su propio cuestionario hoy. Siquiera como un pasatiempo para este tiempo de reclusión.

 

Color favorito: Azul

Ciudad de España: Córdoba

Ciudad del Mundo: París

Comida: Pisto, Dorada a la Sal y de postre Higos frescos

Bebida: Cerveza

Prenda de ropa favorita: Camisa Oxford

Novela: La Esfera y la Cruz de GK Chesterton

Película: Los Duelistas, de Ridley Scott

Ópera: Tristán e Isolda, de Richard Wagner

Músico moderno: Loquillo

Compositor contemporáneo: John Tavener

Compositor clásico: JS Bach

Marca de Colonia: Atkinsons

Personaje histórico: Jesús de Nazaret

Época histórica: Primera mitad del siglo XX

Filósofo: Santo Tomás de Aquino

Lugar de relax: Bosque junto al mar

Afición: Jardinería

Objeto: Cuaderno Moleskine

Pintor: CD Friedrich

Olor favorito: Tierra mojada por la lluvia

Comic preferido: Tintín

Pais: España

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28
Mar
2020
Altered Carbon. Día 15
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Día 15 de confinamiento. Sábado 28 de marzo

 

Como en este tiempo de confinamiento hay tiempo para casi todo, aquí uno está siguiendo una serie de esas de las plataformas de entretenimiento que se llama “Altered Carbon” –Carbón Alterado-. Una distopía futurista de un mundo en el que las personas son inmortales porque se transfieren de cuerpo en cuerpo a lo largo del tiempo. En ese mundo oscuro y degradado los muy muy ricos son casi dioses por sus fortunas y pueden hacer lo que quieran, con ellos mismos, y con los demás. Y los demás –quizás más humanos- están reducidos a no ser más que marionetas del poder y la riqueza, a merced de las migajas de una sociedad profundamente injusta.

Es una serie de acción, violencia y sangre, de humor negro, con una historia de investigación de crímenes, pero también con una cierta clave naif e inocente, y desde luego con una veta –como todas las distopías- no sólo de denuncia de cómo puede ser un mundo cada vez a peor si se siguen algunas sendas del hoy, sino también con claves para pensar en cómo nos entendemos, en cómo es nuestra relación con los demás y con nosotros mismos.

Plantea interesantes reflexiones profundamente actuales: el papel de la inteligencia artificial, los límites de la técnica, la clave religiosa, y –sobre todo, central en lo antropológico a raíz de lo técnico-, la relación con el cuerpo humano de cada uno.

¿Qué nos hace ser quién somos? ¿Nuestros recuerdos, nuestra conciencia, nuestra historia, nuestro cuerpo? Plantea las clásicas dicotomías de compresión sobre lo humano, entendiéndolo bien como una dualidad -cuerpo y alma/espíritu/psique separados- bien desde una comprensión –profundamente bíblica- de unidad del yo con el cuerpo: este cuerpo soy yo –no mío- por ser una unidad en lo humano, lo carnal y lo personal.

Conforme vayan pasando los episodios iremos viendo cómo sigue planteando el tema, pero al menos hasta ahora, tiene abierta una puerta fascinante. ¿Y si lo que nos hace ser quien somos fuesen nuestras relaciones? ¿Y si la redención, la transformación, el desarrollo de quien uno es, viniese siempre mediado por las relaciones con los demás, y muy especialmente, desde el amor, que sana, que cura, que redime, que transforma y resucita?

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27
Mar
2020
Imprescindibles. Día 14
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Día 14 de confinamiento. Viernes 27 de marzo.

 

Escuchaba el otro día un comentario cercano mientras se aprovecha este confinamiento para limpiar, ordenar y tirar tanto de lo acumulado –interesante que este tiempo pueda verse como una especie de mudanza, y no solo por aquello de que todos aprovechamos mudanzas para deshacernos de tanto trasto sin sentido que guardamos, sino quizás como mudanza mental de tanto y tanto que acumulamos en nuestra vida y que es realmente inservible– ya digo, escuchaba un comentario de cómo con el tiempo y el correr de los años, uno se va dando cuenta de que hay tantas y tantas cosas prescindibles en nuestra cotidianeidad.

Y pensaba yo, dando una vuelta más, que el auténtico descubrimiento es que realmente hay muy poquitas cosas imprescindibles en nuestra vida. Y quizás eso es algo que este tiempo que se nos regala puede ayudarnos a descubrir. Que no necesitamos tantas cosas, que no tiene sentido guardar y acumular, que tantas y tantas cosas que pensamos que nos hacen la vida mejor, realmente nos la complican y nos la estorban y nos la ralentizan, no dejándonos ser quien queremos ser, no dejándonos vivir como queremos vivir, que realmente imprescindibles no son muchas las cosas que necesitamos, y que probablemente, además, no son en sí cosas.

Si este tiempo no nos ayuda a ver que no podemos volver a vivir, a organizarnos, a estar como antes, no habrá sido más que un mal paréntesis. Si de este tiempo de confinamiento, no salimos con dudas, con proyectos nuevos, con voluntad de vivir y estar de otro modo en el mundo, nos habremos perdido la mayor enseñanza que puede darnos.

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