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Blog Tiempo regalado

Vicente Niño Orti, OP

de Vicente Niño Orti, OP
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27
Abr
2020
Somos comunicación. Día 45.
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Día 45 de confinamiento. Lunes 27 de abril.

 

Este fin de semana pasado ha sido el primero que en estas semanas de confinamiento –y comenzamos el pasado sábado la séptima- no he acudido puntualmente a mi cita diaria con este Tiempo Regalado. Ha sido la primera vez tras 43 días continuados.

No sé si es interesante quizás hacer la reflexión del por qué, pero la respuesta más sencilla que me doy es que no tenía mucho que decir. Ni probablemente estaba en disposición de ánimo ni mental para hacerlo. Aquello de las fechas señaladas, ya saben.

Es muy interesante que teniendo tiempo y circunstancias más que óptimas para escribir –leía el otro día a María Zambrano que para escribir, un escritor necesita estar separado de todo- no siempre uno puede escribir. Los clásicos hablaban de las musas como motor de la creatividad. La inspiración es otra forma de hablar de encontrar un momento y un tema para contar algo.

Y de hecho, sin más, no encontraba tema, ni momento, ni ocasión para acudir a mi cita. Pese a tener todo el tiempo del mundo.

¿Por qué escribo? ¿Por qué escribe un columnista? ¿Qué mueve a emborronar páginas, juntar letras, buscar una expresión, una idea, un tema, un giro, una paradoja?

Hay una necesidad humana en la comunicación. Somos comunicación porque somos relación. Hay una voluntad en primer lugar de comunicarse con uno mismo, darse razones primero a uno mismo, abrirse los ojos uno mismo, detenerse a mirar uno mismo, regalarse otra forma de mirar y pensar uno mismo, contemplar uno mismo.

Ese comunicarse con uno mismo siempre es en cierto modo comunicarse con lo que sale de uno. En la mirada creyente está siempre de un modo u otro –y no necesariamente de una forma explícita, Hemingway cuando le preguntaron por claves para escribir, decía entre otras “no te expliques” …-, en intentar mirar lo que nos rodea, está de un modo u otro la búsqueda de Dios detrás de lo que uno ve, se encuentra, le surge. ¿Cómo aparece Dios en esto que nos sucede? ¿Dónde está? ¿Qué puede decirnos?

Y desde luego comunicarse hacia afuera. Hacia los otros, Trasladar ideas, preguntas, giros, reflexiones que resuenen en otros, que les hagan mirar de otro modo, que les cuestionen o les ayuden, o les entretengan, o les hagan pensar, y quizás, hasta ver detrás de lo que se ve…

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24
Abr
2020
Fechas señaladas Día 42.
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Día 42 de confinamiento. Viernes 24 de abril.

 

Todos tenemos en nuestras agendas privadas fechas especiales, señaladas, significativas. Un cumpleaños de alguien, un aniversario, un recuerdo… Fechas que resuenan en el corazón como aldabonazos, como campanadas, como ecos de momentos vividos y que de un modo u otro ya no volverán.

Fechas que mezclan el sabor dulce de momentos vividos con alegría y felicidad, con el rumor quedo de una cierta tristeza, de una cierta melancolía, que, sin más, nos dice que se los llevó el tiempo.

Somos memoria. Somos lo vivido. Y hay días en los que por fuerza, vuelven, vienen, regresan.

Fechas señaladas que en este confinamiento se hacen más vívidas, quizás por la fuerza de que hay tiempo para dejarlas resonar.

Fechas especiales que vienen como la suave brisa de la melancolía. Y hoy, para mí, es una de esas fechas.

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23
Abr
2020
Libros. Día 41.
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Día 41 de confinamiento. Jueves 23 de abril.

 

Hay distintas maneras de acercarse a los libros. Hoy que es el Día del Libro y en esta situación de confinamiento en el que los libros nos son tan necesarios como el aire o el comer, es día para alabar al libro sin duda ninguna.

Día tan simbólico para la literatura mundial, es celebrado internacionalmente desde los años 90, aunque parece ser que su origen es patrio -en España comenzamos a celebrarlo en los años 30-, y tiene su por qué en la memoria de la muerte de Cervantes y Shakespeare en 1616 -aunque propiamente hablando Cervantes murió el 22-. El caso es que hoy es día para libros, muchos libros. Y ya digo que hay distintas maneras de acercarse a ellos.

La más evidente es acercarse por lo que en ellos está escrito.

En la ficción, nos traen historias que nos transportan, nos hechizan, nos absorben, porque las hacemos nuestras reconociéndonos quizás en lo que viven los personajes, lo que piensan, lo que sienten. O bien historias que sin ese grado de identificación, nos atrapan por lo que cuentan, por sus historias y vicisitudes, aventuras y desventuras, acciones y tramas. Ambas maneras son una cierta forma de evasión, pero con matices: ¿cómo vamos a entender el mundo si no leemos novelas? La ficción tiene la capacidad de hacernos caer en la cuenta de cosas que por tan evidentes que son en la vida diaria, se nos pasan desapercibidas. Incluso en aquellas que parece que están muy alejadas de nuestra realidad, siempre hay claves para comprender el mundo.

El ensayo en sus múltiples variantes –desde biografías a los sesudos tratados académicos, pasando por la divulgación, la historia, el periodismo, la reflexión o los fascinantes ensayos narrativos- tiene la capacidad de hablar a nuestra inteligencia, de formarnos, comprender, estudiar, divagar, contrastar, hacernos pensar, despertar nuestra capacidad crítica, hacernos conocer más y mejor todo cuanto existe.

La belleza de la poesía –fascinante cómo es un género que ha crecido tanto en la oferta editorial en los últimos años, antes leer poesía era un placer reservado a muy pocos, y se ha generalizado de una manera maravillosa… aunque no diré yo que a veces sin discriminar calidad en sus autores…- nos abre a la segunda clave de cómo nos acercamos a los libros, que es no solo por lo que cuentan si no por cómo lo cuentan. Evocan la belleza de expresar emociones, pensamientos, sentimientos, vivencias, realidades cotidianas vistas con ojos distintos en formas de expresión en las que lo que cuenta es el cómo se dicen las cosas: la palabra y el lenguaje –con sus giros, sus cadencias, sus imágenes, sus recursos- como fuente de belleza fascinante.

Pero no sólo nos acercamos a los libros por lo que está escrito en ello. El libro es en sí mismo un objeto que evoca y genera emociones. En Japón hay un término para esas personas que adquieren libros incluso sin la voluntad de leerlos, o por mejor decir, sabiendo que no los leerán, pero en un irrefrenable empuje a tenerlos, son los tsundokus. Aquí tenemos términos como bibliófilo o bibliómano, pero todos hablan de la misma idea, la de considerar a los libros como mucho más que objetos, casi como símbolos. Símbolos de cultura, civilización, saber, conocimiento, experiencia. Símbolo de todo cuanto un ser humano puede aspirar. Símbolo de todo lo que supone lo mejor de una cultura –la Europea, la del Occidente- en un solo objeto.

Los libros nos ofrecen en sí mismos un tiempo de calidad y densidad diferente, un tiempo “adecuado” donde se detiene todo lo que existe para que cobre vida el papel. Tiempo detenido aunque corra, tiempo que corre de otro modo, en otra calidad, en otra experiencia.

El comienzo del Evangelio de Juan dice que el Verbo, la palabra, el logos, se hizo carne. Y como creyentes asumimos que ese Verbo encarnado continúa, de otro modo, pero vivo, también en un libro.

Y es que el libro es la imagen perfecta de la civilización.

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22
Abr
2020
Todo tiene un orden. Día 40.
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Día 40 de confinamiento. Miércoles, 22 de abril

 

Ya decíamos días ha, que quien más quien menos, ha aprovechado estos días para poner algo más de orden en casa. Un armario, un altillo, quizás unos cajones, ese hueco en la cocina para el que nunca había tiempo o ganas, quizás hasta para cambiar de sitio según qué cacharros, platos o cubiertos, u oye, hasta para redecorar un cuarto, el salón o la biblioteca, moviendo muebles, el sofá, el sillón, unos cuadros o hasta todos los libros buscando algo de sistema en ellos.

Esto del orden tiene un serio problema, que es que cuando lo organizas, cuando cambias las cosas para que esté ordenado todo… después no encuentras nada. Estás tan acostumbrado a que en un cajón estén ciertas cosas, que casi automáticamente cuando quieres una cuchara de postre y vas donde siempre estuvieron, recuerdas una vez abierto que las pusiste en otro sitio. Vas en busca de un libro, algo de Chesterton por ejemplo, donde solía estar, y cuando has tendido la mano allí, recuerdas que lo moviste un par de baldas más arriba.

Y es que el orden no se improvisa. O mejor dicho, para el orden como para tantas y tantas cosas en la vida, se necesita tiempo, espacio para que se aquilate, para acostumbrarse a él. Aristóteles dice que una virtud se logra con una repetición de actos buenos que acaban por naturalizarse en virtud con esa repetición. Igual que el orden. Ordenar la casa, como ordenar la vida, requiere paciencia, repetición, costumbre, constancia.

Un mundo como el nuestro, que nos atrevemos a calificar con Baumann de inmediato, esto es acostumbrado a la inmediatez de las respuestas y de los logros a golpe de clic, ha perdido el valor y la virtud de la espera, de la paciencia, de la constancia, de la repetición. Dar a las cosas el tiempo necesario para que se estabilicen, de solidifiquen, se hagan densas y reales, ha perdido su valor en un mundo tecnológico como el nuestro. La capacidad de esperar para que las cosas se pongan en su sitio, para que el orden se haga real, con los sueños de futuros tecno-científicos, es solo un recuerdo del pasado. Este mundo, es un mundo desordenado por sistema.

Quizás este confinamiento sea una oportunidad para volver a saborear el tiempo, para dar tiempo al tiempo, para dejar que el tiempo ponga todo en orden.

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21
Abr
2020
Roma. Día 39.
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Día 39 de confinamiento. Martes 21 de abril.

 

Con esto del confinamiento cada uno se entretiene como puede, sabe o quiere. Televisión, redes sociales, libros, juegos, arte, series, manualidades, deporte, películas, aficiones… ¡incluso trabajo! Aunque lo más seguro, es que, como el común de los mortales, hagamos un poco de todo eso todos.

Hoy les traigo una –no sé si llamarle afición o pasatiempo…- curiosidad personal, que tiene que ver con las efemérides. Me gustan las efemérides. Me gusta recordar o conocer qué paso en la historia tal día como hoy, qué nacimientos, muertes o sucesos de la historia se dieron en el día que vivimos, qué santo es, qué día internacional, qué se rememora en una fecha concreta.

Y fíjense que hoy 21 de abril, hay un hecho de capital importancia para Europa, para todo el Mediterráneo, para todo el Occidente, por no decir para todo el mundo. Un hecho que ha marcado el rumbo de nuestra cultura, nuestra identidad, nuestra política como pocas cosas lo han hecho en la historia. Un hecho del que seguramente sin ser consciente, es usted deudor. Y es que tal día como hoy, 21 de abril, la leyenda, la tradición y la literatura afirman que en el año 753 antes de Cristo, fue fundada, por los gemelos Rómulo y Remo, Roma.

Roma. La argamasa y el cemento de la identidad europea. El origen de idiomas, culturas, formas de pensar y de ver, de escuchar, de escribir, de leer, de creer, de pintar, de hacer música. El origen de la ley, la justicia, la moral, la política, los estados. El origen de todo lo que vino después, así como el receptor de todo lo que antes que ella fue. El centro del mundo durante tantos siglos, y aún hoy como herencia, el centro del catolicismo.

Lo sepa usted o no, es romano. Mucho más de lo que cree. Así que hoy, en medio de este confinamiento, está de cumpleaños. Feliz día de Roma.

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20
Abr
2020
Relaciones. Día 38.
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Día 38 de confinamiento. Lunes 20 de abril.

 

La antropología –alguna al menos- sostiene que el ser humano está hecho, conformado, construido, creado, con un triple vector de relaciones: el vertical con la trascendencia, el horizontal para con los otros, y el interior con uno mismo. Lo relevante en el dato es que para esa antropología, para esa comprensión de quién y cómo es el ser humano, lo significativo es que somos relación. El humano es humano porque se relaciona consigo mismo, con Dios y con los otros. Bubber y Levinas decían cosas similares.

La clave central de la idea es que estamos conformados por nuestras relaciones, que lo que nos hace ser quien somos y cómo somos es como son nuestras relaciones, cómo las cuidamos.

En este confinamiento en el que no cabe otra cosa, se nos ha mostrado eso bien a las claras. Confinados con los más próximos el horizonte de nuestras relaciones cobra un doble espacio, el de cuidar a los que tenemos en casa y también cuidar a los de lejos.

Las redes sociales ayudan a lo segundo y los móviles están que echan humo, pero a veces lo más complicado es cuidar lo próximo: la paciencia, el humor, relativizar, tomar distancia, una sonrisa, una palabra de cariño, un gesto de afecto, un silencio a tiempo son formas de cuidar al otro.

Pero no nos olvidemos de las otras dos claves: lo importante de cuidar a Dios y de cuidarnos también a nosotros mismos.

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19
Abr
2020
Libertad. Día 37
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Día 37 de confinamiento. Domingo 19 de abril

 

Pese a que soy un gran interesado en las cuestiones del bien común y la vida en sociedad, esto es, de las cuestiones políticas –hasta una pendiente tesis quería versar sobre ello- aquí en esta especie de diario de confinamiento no hemos hecho mención más que tangencial y teóricamente a la cuestión política que vivimos con esta pandemia.

Pero hoy no puedo dejar de traer el tema porque sin ser especialmente dramático ni agorero, es cierto que comienza a preocupar. Salen día a día decisiones políticas, declaraciones de autoridades, nos cuentan medidas que se están tomando a cuenta de lo que está sucediendo, escuchamos discursos e intervenciones de las autoridades, nos llegan medidas legislativas que en medio de esta situación extraordinaria que vivimos como sociedad nuestros gobernantes están tomando, que preocupan. Y mucho.

Preocupa que a río revuelto estén haciendo ideología sin respetar las legítimas convicciones y derechos de una inmensa mayoría de los españoles. Preocupa que libertades básicas, derechos básicos, legítimas situaciones, se vean amenazadas por un gobierno que desde grandilocuentes y buenistas frases, desde la propaganda más ramplona, estén anteponiendo sus convicciones ideológicas, sacándolas adelante con todo el aparato del poder.

No sé muy bien qué podemos hacer, confinados, con medios de comunicación que se dedican a entretenernos y manipularnos, más que protestar cada uno desde su altavoz. No sé qué podemos hacer más que llamar a la crítica, a la desconfianza y a un sano pataleo.

No sé bien qué podemos hacer. Y eso preocupa aún más si cabe.

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18
Abr
2020
Francisco. Día 36.
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Día 36 de confinamiento. Sábado 18 de abril.

 

Uno nunca está preparado para la muerte. Sabiendo que es la única certeza que nos acompaña nada más nacer y toda la vida, nunca terminamos de convivir conscientemente con ella. A veces la ocultamos como ese extraño tabú de nuestro mundo. A veces tratamos de evitarla en el recuerdo o en la consciencia. A veces simplemente está demasiado lejos.

Algo así puede ser en esta situación de confinamiento. Tantas y tantas veces no pasa de ser un número abstracto, lejano, un dato, unas estadística, quizás una mención más o menos distante de conocidos de conocidos. Mueve a compasión, desde luego, a indignación, a una lejana melancolía. Pero no toca cerca. La muerte es una abstracta y lejana realidad. Algo de lo que hablan medios, que les sucede a otros.

Hasta que te toca cerca.

Y aparece con toda su negra realidad. Truncando proyectos, futuros, voces. Segando rostros, miradas, afectos. Se hace concreta. Próxima. Real.  Termina con vidas de personas que conoces, que has tratado, con las que has convivido. Te hace hablar en pasado cuando hasta ayer hablabas en presente. Te cubre con un velo de tristeza extraña, de incomprensión e incredulidad.

Y son ya demasiadas muertes cerca.

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17
Abr
2020
Salir a caminar. Día 35.
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Día 35 de confinamiento. Viernes 17 de abril.

 

¿Saben ustedes que es lo que más echo de menos yo? ¿por lo que más tengo ganas de poder salir? Espero que no suene demasiado frívolo, y he de reconocer que desde luego hay cosas más importantes, pero entre las primeras causas de deseo que me saltan a la mente al pensar en poder romper el confinamiento, está el salir a caminar.

Necesito una buena caminata, un buen paseo, tres o cuatro horas andando sin parar. Preferiblemente por el monte, pero si ha de ser por ciudad, también bienvenido sea. Caminar para mí es un ejercicio no solo físico, sino también mental. Serena, relaja, ordena mi cuerpo con mi mente y con mi espíritu, me hace bien por dentro y por fuera, me ayuda a pensar y a serenar, a articular mejor emociones y pensamientos. Me ayuda a vivir mejor.

Me consta que no soy un caso demasiado excepcional y que muchos hay como yo, amantes del caminar como ejercicio mental y del espíritu casi más que físico. Hay una sección de mi biblioteca dedicada al arte de caminar que lo dice a las claras. Le Breton, Gros, Robert Louis Stevenson, Thoreau, Nietzsche, Gottlob, más los libros de montaña… Y es que hay quien sostiene que lo que nos hizo humanos fue la capacidad de ponernos erguidos y caminar a dos piernas, y que lo que nos hizo civilizados fue el caminar de uno a otro lugar.

Sin más. Que probablemente lo que más echo de menos de este quedarse en casa, sea el caminar largo y tendido, y que cuando podamos salir, será algo de lo primero que haga. Caminar.

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16
Abr
2020
Temor. Día 34.
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Día 34 de confinamiento. Jueves 16 de abril.

 

No sabemos muy bien cuándo podremos romper algo este confinamiento. Se habla, se dice, se comenta, se rumorea que será escalonado, que poco a poco iremos retomando distintas actividades y que la salida a la calle será en función de las que se vayan recuperando, al modo de quien aún ahora, en función de sus trabajos, salen. Hay también comentarios de que quizás a los niños pequeños se les permita algo salir para suavizar esta situación que tanto les tiene que estar afectando. Siempre y todos con medidas muy ajustadas de protección.

Hay voces que se alzan en contra, aduciendo que pueden ser focos aún de contagio esas decisiones, que pueden generar nuevas crecidas en los datos de enfermos. Voces no sólo de “expertos” –que poca habilidad han mostrado hasta ahora, porque de esto nadie tiene “experiencia”…- sino también de mucho opinador de redes, que hace de altavoz de una emoción que se ha ido adueñando a golpe de titular, a golpe de tertulia y a golpe de programa de televisión, en nuestra mente: el miedo.

Algunos amigos, familias y conocidos, que poco a poco han tenido que ir volviendo a las calles por razones justificadas, comentan esa misma sensación, un sentimiento extraño como de temor difuso, que les pasa, les ronda y les hace estar extraños al salir. Es temor al virus, a los controles, y casi q a la calle misma. Temor tras habernos hecho de algún modo a esta situación de estar en casa, un lugar relativamente seguro y tranquilo, donde bien que mal, estamos acostumbrado, controlados y casi que haciendo una vida relativamente cómoda –con todos los matices y limitaciones que eso tenga…-.

Supongo que en esto hay dos factores para tratar de que el miedo no nos venza. Uno que no hay más remedio, que salir habrá que salir, por obligación o por ansias, y eso vence el miedo. Y otro armarnos de confianza, repetírnoslo, decirnos una y otra vez que el miedo se vence enfrentándolo, que el temor no puede ganar, y que nuestra vida, sea con todos los cambios que traiga, volverá a ser normal.

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