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Vicente Niño Orti, OP

de Vicente Niño Orti, OP
Sobre el autor

4
May
2020

Silencio. Día 52.

3 comentarios
Camas de Ifema por el coronavirus

Día 52 de confinamiento. Lunes 4 de mayo.

 

Realmente espero y deseo que su confinamiento no haya sido doloroso, que no sea de una de esas más de treinta mil familias que han vivido la muerte de cerca por este virus, que no sean uno de esas trescientas mil personas que han dado positivos, que no esté entre los siete millones de personas que se estima que pueden estar o haber estado enfermos.

Las cifras y datos se han convertido en una guerra entre partidos. Y más allá de quién tenga razón, realmente espero y deseo que se encuentre usted bien, que su confinamiento, como el mío, no haya pasado de algunas molestias leves por el encierro, algo de no saber qué hacer, o las ganas de calle, gente y actividad normal, que haya sido un tiempo de crecimiento, de buscar dónde hacer ejercicio, dedicarse a nuevas aficiones, a la lectura, el cine o a cuidar de los suyos… mientras cuidaba su salud y la de los suyos.

Pero a la vez a usted, como a mí mismo, en cierto modo, nos compadezco, porque no hemos pulsado la realidad, no hemos sido conscientes de lo que ha pasado en España. Ni siquiera con los medios nos lo han hecho saber.

Para bien –desde luego- o para mal –piénselo un poco…- el confinamiento para nosotros, con noticias más o menos próximas de situaciones de sufrimiento, no ha sido más que un paréntesis de realidad. Un paréntesis que realmente confío en que no permita volver a la normalidad –el problema era la normalidad…-, pero que tampoco ha supuesto más problema.

Creo –viendo las imágenes de cómo más que desescalada ha sido salida en masa- que no hemos sido conscientes de lo que ha sucedido en nuestro país con esta pandemia.

Y me lo hacen ver en las redes sociales:

  • Usted no ha visto cómo entraban uno tras otro los cadáveres en las morgues.
  • Usted no ha visto el sufrimiento de las familias dando entierro a una caja sin saber qué estaban enterrando.
  • Usted no ha visto a los sanitarios dando la mano a un enfermo a minutos de morir para que no lo hiciera solo.
  • Usted no ha visto cómo moría la generación más fuerte de nuestra historia reciente, abandonados, sin poder acompañarles en sus últimos momentos.
  • Usted no ha visto las urgencias con sus aglomeraciones de enfermos llegando uno tras otro tras otro.
  • Usted no ha visto a pacientes morir a las dos horas de ingresar.
  • Usted no ha visto a los pacientes de planta, relativamente bien, y al rato, al acudir los enfermeros en su ronda, encontrarse a algunos muertos, y al rato otros más, y otros, y otros… sin saber qué pasaba ni qué se podía hacer…
  • Usted no ha visto habitaciones llenas de bolsas de cadáveres cada una con su nombre…
  • Usted no ha visto ochocientos fallecidos juntos ni el espacio que eso ocupa…

 

No somos conscientes de la magnitud de lo que hemos vivido. Nos han engañado y nos hemos dejado engañar con aplausos, canciones, halagos sobre heroicidades, propaganda y televisión.

Y a mí sólo me cabe el silencio.

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Rutc
5 de mayo de 2020 a las 08:53

Qué fuerte y real este comentario. Te lo agradezco porque es un acercamiento y una reflexión que me ayuda a no olvidar y a una desescalada cristiana.

María Amparo
5 de mayo de 2020 a las 18:57

En ese silencio, y en muchas lágrimas con ellos y por ellos, en nuestro corazón y en nuestras oraciónes, siempre estarán porque nunca los olvidaremos.
Gracias por recordarlos en medio de tanto ruido... en silencio.

María Elena
7 de mayo de 2020 a las 10:10

Artículo no duro, durísimo....pero real.
La semana pasada me llamaron del hospital para acudir a hacerme una resonancia porque, al parecer, estudian caso por caso, y en el mío no se admitía demora.
Mientras la enfermera me colocaba la vía para inyectarme la buscapina, me comentaba lo desanimada que estaba y su indignación de ver por la calle a la gente que, tal vez llevaban guantes, pero no la mascarilla puesta. Según apuntó, ésta no tiene tanto la misión de protegernos a nosotros mismos como de evitar que, ante una posible infección, con o sin síntomas, contagiar a los demás, es decir, una misión solidaria.
Resaltaba, además, que si la gente hubiese visto a los ingresados en el hospital, tan enfermos, en situaciones límite, y sin nadie acompañándoles en esos decisivos momentos, tal vez recapacitasen y modificaran su conducta....
Después, al coger un autobús, donde es obligatorio su uso, pude ver a cierta persona sentarse en los asientos posicionados de espaldas al conductor y, tranquilamente, bajarse la mascarilla al cuello y empezar a beber un zumo....
Más tarde, ya en un establecimiento comercial, la gente se echaba literalmente encima, sin guardar la distancia de seguridad, y por supuesto, sin mascarilla; o proceder sin guantes a tocar el género....
Si la gente conociese la verdad de todo, tal como usted la muestra en su artículo, es seguro que se podrían frenar en seco los contagios y detener el avance de la enfermedad.
Por lo tanto, aunque usted que sólo le cabe el silencio ante esta situación, a mí, por el contrario, sólo me cabe la denuncia.

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