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Música. Día 31.
0 comentariosDía 31 de confinamiento. Lunes 13 de abril
Hace años en Radio Clásica de RNE había un programa –ya no recuerdo su nombre- en el que cada semana, a cuenta de una conversación amigable e inteligente con un personaje público más o menos conocido –escritores, jueces, políticos, intelectuales, médicos, investigadores, etc.- se iba programando una serie de piezas musicales que ese personaje había seleccionado para ese rato de charla y música.
Siempre pensé qué piezas de música hubiera elegido yo para una cosa como esas, y es que la música está muy presente en mi vida habitual pre-confinamiento y no podía ser de otro modo, que en esta situación lo estuviera también.
Llevamos ya un mes en casa, y esto de la música si en su caso no ha sido fundamental, en el mío tengo que reconocer que sí. De hecho, hay casi una constante banda sonora en el día a día que acompaña los distintos momentos del día. Es evidente que cada momento tiene su tipo de música y no soy yo alguien que rechace casi ningún género. Lo mismo ópera, que música celta, que clásica, que pop, rock, jazz, y hasta radiofórmula. Algún tipo muy muy contemporáneo quizás no lo pondría adrede nunca. Pero vamos. Que escucho casi de todo.
Tiene un valor sanador y relajante la música –ya saben eso de que amansa a las fieras- pero también una potencia creadora que ilumina la imaginación, que es capaz de ser el mejor fondo para la lectura, la meditación, el escribir, el ocio, el trabajo y casi que hasta como inductora del sueño.
Es capaz de elevarnos, de trascendernos, de inspirarnos, de sostenernos, de revitalizarnos, de serenarnos, de entretenernos. La música habla lo mismo a la mente que a los sentidos que al corazón que al espíritu. Es casi tan alimento como la comida o la lectura para las personas. Y en esta situación, necesitamos alimentar todas nuestras dimensiones.