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Vicente Niño Orti, OP

de Vicente Niño Orti, OP
Sobre el autor

14
Abr
2020

Días grises. Día 32.

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Día 32 de confinamiento. Martes 14 de abril.

 

Por aquí hay tormenta hoy. El cielo está de un gris de acero nada halagüeño y llevamos toda la tarde que llueve y para, llueve y para. En otras circunstancias podría ser bonito el reflejo de la lluvia, los juegos de luces y hasta el frescor del agua de lluvia, pero sin embargo el día es gris. Muy gris. Hoy la lluvia no es una serena capa de agua que invite al silencio y el recogimiento, al sueño y al ensueño, parece más bien la tormenta un inmenso yunque opresivo y pesado en el ambiente.

Supongo que en esta situación de confinamiento es más que normal que haya días grises, días como este, en el que todo está saturado en el ambiente, tenso, oscuro, pesado. Y más tras treinta y dos días, que se dice pronto.

La imagen de la electricidad en el ambiente por la tormenta, también se presta a la analogía. Está el ambiente cargado. A cualquier roce se prende. Todo está como a la espera de que rompa, y es casi que más opresivo que realmente si todo estallara en rayos y truenos. No pasa realmente nada, pero está ahí como una sombra expectante que pesa en el aire.

Pero es más que normal. Decían indicaciones de psicólogos al comienzo del confinamiento, que situaciones así son lo más normal del mundo. Con un poco de sentido común se comprende –y así lo vivimos- que esto de quedarse en casa no son unas vacaciones, o al menos ese estado de ánimo no está siempre presente, por lo que días tensos, saturados, opresivos, son normales. No es malo permitirse días grises. En la situación que vivimos –casas, niños, trabajo, familias, parejas, comunidades, enfermedad, tensión…-  lo raro sería que no los hubiera.

Si como hemos dicho alguna vez, esta situación es una buena imagen de la vida cotidiana pero densificada, congelada, parada -lo cual permite un estudio o un análisis más en detalle para poder aprovechar este tiempo y que sea un tiempo regalado para crecer, pensar, mirar mejor la vida-, los días como hoy nos recuerdan que en cualquier vida hay días grises, que son normales, que es parte de la existencia, que no todo es sol y brillo, energía y luz, y que el ánimo tiene sus fueros que hay que aceptar, acoger y simplemente vivir. Aunque sean grises.

Pero cuidado. Que no se quede ese ambiente por mucho tiempo dentro. No se puede olvidar que después de la tormenta vuelve a salir el sol. Que la luz brilla tras el gris. Que lo saturado, lo denso, lo pesado, lo abrumador, también se disipa. Y más en estos días de Pascua de Resurrección. La vida, la luz, la alegría, el amor, la libertad, se acabarán imponiendo. Siempre.

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